POR SALVADOR SABINO*
¿Cómo fue que Jesús impactó el mundo de una manera tan contundente? Históricamente, era simplemente hijo natural de un carpintero. Se crió en Nazaret de donde supuestamente “no había salido nada bueno.”
El establecimiento religioso de su época lo creía “uno que tenia demonios o que operaba por el poder de Beelzebú, el príncipe de ellos (Mateo 12:24).” La verdad es que Jesús tenía un secreto, así como Sansón (Jueces 16:15) y también David (1Samuel 16:13). El secreto está vigente para ti y para todos en el día de hoy. El secreto es la unción, el poder que da el Padre de los cielos. Este poder no se compra en farmacia ni en botánica, tampoco se aprende con estudios sofisticados. Este poder lo da Dios en el nombre del que esta sobre todas las potestades y deidades habidas y por haber, Jesús el Unigénito de Dios. La Biblia dice en Hechos 10:38: “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Jesús hace una invitación general a todo aquel que tiene una obsesión ardiente por vivir una vida abundante, una vida en el Espíritu, una vida en la llenura de la unción. Con escuchar a Jesús predicar brevemente, el oidor lo puede contradecir, pero nunca confundir su objetivo. Jesús predicaba directamente al corazón. Sus mensajes eran armoniosos, es decir, eran relevantes al tiempo y a las necesidades presentes. Nosotros vimos el poder de Jesús una mañana de oración en nuestra iglesia Visión Celestial, cuando un hombre de algunos 30 años edad colapso. Los paramédicos declararon que su corazón no estaba palpitando, trataron de resucitarlo numerosas veces, nada paso. Cesaron y dijeron: “No podemos hacer mas nada”. Nuestro Evangelista José Lacen procedió a reunir el grupo de hermanos presentes y también de comunicarse conmigo vía teléfono. Oramos y declaramos, diciendo “Phil, vivirás y no morirás, levántate y anda”. Los paramédicos y policías vieron como el hombre se incorporó. En otra ocasión, predicando en Colombia, un hombre fue traído a la campaña en una silla de ruedas hecha a mano. Nunca había caminado. Tenía la columna vertebral muy torcida. Parecía una culebra. Mientras predicábamos la palabra de Dios, el hombre se puso de pie con su espalda recta y caminó, algo que nunca había hecho en su vida. También, una mujer joven de nuestra iglesia, le declararon cancel. Ella llegó muy triste un domingo en la noche al Teatro United Palace de Washington Heights. Se le hizo la oración de fe, los médicos declararon el milagro algunas semanas después, certificando la desaparición del tumor canceroso y dijeron: “Solo Dios hace eso”. Hemos visto demonios salir de la gente dando gritos, drogadictos dejar la droga, prostitutas convertidas y familias restauradas por el poder de la unción que es el poder de Dios otorgado al creyente. Jesús nos enseña que este poder es para todos: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.Esto dijo del Espíritu que también de recibir los que creyesen en Él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Juan 7:37b-39 Estas palabras de Jesús no exigen una exégesis del griego koiné para ser entendidas, pero un conocimiento del trasfondo, nos presentaría un panorama muy interesante. Juan hace referencia a la “Fiesta de los Tabernáculos”, que se empezaba a celebrar cinco días después del Día de la Pascua y se extendía por siete días (Lev. 23:34, Deut. 16:13). Esta fiesta conmemoraba el peregrinaje en el desierto, después de haber salido de la esclavitud egipcia y era también una acción de gracias al final de la cosecha. Se edificaban casuchas con ramas de árboles donde la gente vivía temporalmente para revivir el peregrinaje de sus antepasados. Cada día, durante esta fiesta, se ofrecían diferentes sacrificios. Los sacerdotes tomaban agua del estanque de Siloé y la depositaban en una vasija de oro. Luego hacían una procesión hacia el templo mientras la gente recitaba a Isaías 12:3, “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de salvación”. Así llegaban al templo con gran júbilo y derramaban el agua sobre el altar como una ofrenda a Dios. El séptimo día de la Fiesta de los Tabernáculos marcaba la conclusión del año eclesiástico, también era un día de convocación. “En el último y gran día de la fiesta”, cuando todo había llegado a su punto culminante y los sacerdotes sacaban el agua del estanque de Siloé, algo faltaba. Todos sabían que el agua que era llevada en la vasija de oro, era solamente simbólica del agua que había salido de la roca en el desierto. Pero ninguno se percató de que la roca de donde brotaba el agua de vida estaba tan cerca. “…y la roca era Cristo” (I Co: 10:4). La ceguera espiritual de los hombres conmueve a Jesús a declarar que para saciar la sed, necesitan algo más que agua de estanque, necesitan el agua del río que es Su Espíritu. Jesús hace una invitación a una fiesta superior, que no se celebra una vez por año, sino cada día. Tal vez para ti, hoy es el día de salir del rito de un servicio más. Tú no necesitas un servicio, tú necesitas experimentar la gloria de Dios. Jesús no te invita a un servicio más para que vuelvas a casa con sed y continúes viviendo una vida cristiana nominal. Jesús quiere que tú salgas del estanque, que tú salgas de la piscina y te zambullas en el río de Su Espíritu. Jesús quiere que tú fluyas en una dimensión más alta de unción. Sí, tú puedes fluir en una dimensión más alta de unción. Te preguntas: ¿será esto posible? En su discurso, Jesús presenta tres pasos que de seguirlos, tú indiscutiblemente fluirás en una dimensión más alta de unción: tener sed, venir a beber y beber hasta saciarte. Bebe del agua del Espíritu de Dios continuamente. Todo el tiempo y tú andarás en la unción del Espíritu de Dios como Jesús anduvo.
El establecimiento religioso de su época lo creía “uno que tenia demonios o que operaba por el poder de Beelzebú, el príncipe de ellos (Mateo 12:24).” La verdad es que Jesús tenía un secreto, así como Sansón (Jueces 16:15) y también David (1Samuel 16:13). El secreto está vigente para ti y para todos en el día de hoy. El secreto es la unción, el poder que da el Padre de los cielos. Este poder no se compra en farmacia ni en botánica, tampoco se aprende con estudios sofisticados. Este poder lo da Dios en el nombre del que esta sobre todas las potestades y deidades habidas y por haber, Jesús el Unigénito de Dios. La Biblia dice en Hechos 10:38: “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Jesús hace una invitación general a todo aquel que tiene una obsesión ardiente por vivir una vida abundante, una vida en el Espíritu, una vida en la llenura de la unción. Con escuchar a Jesús predicar brevemente, el oidor lo puede contradecir, pero nunca confundir su objetivo. Jesús predicaba directamente al corazón. Sus mensajes eran armoniosos, es decir, eran relevantes al tiempo y a las necesidades presentes. Nosotros vimos el poder de Jesús una mañana de oración en nuestra iglesia Visión Celestial, cuando un hombre de algunos 30 años edad colapso. Los paramédicos declararon que su corazón no estaba palpitando, trataron de resucitarlo numerosas veces, nada paso. Cesaron y dijeron: “No podemos hacer mas nada”. Nuestro Evangelista José Lacen procedió a reunir el grupo de hermanos presentes y también de comunicarse conmigo vía teléfono. Oramos y declaramos, diciendo “Phil, vivirás y no morirás, levántate y anda”. Los paramédicos y policías vieron como el hombre se incorporó. En otra ocasión, predicando en Colombia, un hombre fue traído a la campaña en una silla de ruedas hecha a mano. Nunca había caminado. Tenía la columna vertebral muy torcida. Parecía una culebra. Mientras predicábamos la palabra de Dios, el hombre se puso de pie con su espalda recta y caminó, algo que nunca había hecho en su vida. También, una mujer joven de nuestra iglesia, le declararon cancel. Ella llegó muy triste un domingo en la noche al Teatro United Palace de Washington Heights. Se le hizo la oración de fe, los médicos declararon el milagro algunas semanas después, certificando la desaparición del tumor canceroso y dijeron: “Solo Dios hace eso”. Hemos visto demonios salir de la gente dando gritos, drogadictos dejar la droga, prostitutas convertidas y familias restauradas por el poder de la unción que es el poder de Dios otorgado al creyente. Jesús nos enseña que este poder es para todos: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.Esto dijo del Espíritu que también de recibir los que creyesen en Él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Juan 7:37b-39 Estas palabras de Jesús no exigen una exégesis del griego koiné para ser entendidas, pero un conocimiento del trasfondo, nos presentaría un panorama muy interesante. Juan hace referencia a la “Fiesta de los Tabernáculos”, que se empezaba a celebrar cinco días después del Día de la Pascua y se extendía por siete días (Lev. 23:34, Deut. 16:13). Esta fiesta conmemoraba el peregrinaje en el desierto, después de haber salido de la esclavitud egipcia y era también una acción de gracias al final de la cosecha. Se edificaban casuchas con ramas de árboles donde la gente vivía temporalmente para revivir el peregrinaje de sus antepasados. Cada día, durante esta fiesta, se ofrecían diferentes sacrificios. Los sacerdotes tomaban agua del estanque de Siloé y la depositaban en una vasija de oro. Luego hacían una procesión hacia el templo mientras la gente recitaba a Isaías 12:3, “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de salvación”. Así llegaban al templo con gran júbilo y derramaban el agua sobre el altar como una ofrenda a Dios. El séptimo día de la Fiesta de los Tabernáculos marcaba la conclusión del año eclesiástico, también era un día de convocación. “En el último y gran día de la fiesta”, cuando todo había llegado a su punto culminante y los sacerdotes sacaban el agua del estanque de Siloé, algo faltaba. Todos sabían que el agua que era llevada en la vasija de oro, era solamente simbólica del agua que había salido de la roca en el desierto. Pero ninguno se percató de que la roca de donde brotaba el agua de vida estaba tan cerca. “…y la roca era Cristo” (I Co: 10:4). La ceguera espiritual de los hombres conmueve a Jesús a declarar que para saciar la sed, necesitan algo más que agua de estanque, necesitan el agua del río que es Su Espíritu. Jesús hace una invitación a una fiesta superior, que no se celebra una vez por año, sino cada día. Tal vez para ti, hoy es el día de salir del rito de un servicio más. Tú no necesitas un servicio, tú necesitas experimentar la gloria de Dios. Jesús no te invita a un servicio más para que vuelvas a casa con sed y continúes viviendo una vida cristiana nominal. Jesús quiere que tú salgas del estanque, que tú salgas de la piscina y te zambullas en el río de Su Espíritu. Jesús quiere que tú fluyas en una dimensión más alta de unción. Sí, tú puedes fluir en una dimensión más alta de unción. Te preguntas: ¿será esto posible? En su discurso, Jesús presenta tres pasos que de seguirlos, tú indiscutiblemente fluirás en una dimensión más alta de unción: tener sed, venir a beber y beber hasta saciarte. Bebe del agua del Espíritu de Dios continuamente. Todo el tiempo y tú andarás en la unción del Espíritu de Dios como Jesús anduvo.
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